AMLO promete justicia al pueblo yaqui

Dos presas fueron las causantes de un reflejo propio de la modernidad: desarrollo para unos, exclusión para otros

Por Ignacio Juárez Galindo

Fue una espera de 81 años para ocho pueblos, enclavados en cinco municipios, de aguerridos yaquis y yoremes que ven en la tierra y el agua el único ciclo de la vida.

En todo ese tiempo han estado en espera de justicia.

En la justicia para recuperar su agua y sus tierras, las cuales les fueron quitada a la de mala por lo yoris -hombres que no son de su raza- y concepto de progreso.

Dos presas fueron las causantes de un reflejo propio de la modernidad: desarrollo para unos, exclusión para otros.

La falta de agua trajo la zozobra. La zozobra la escasez de cultivos. La precariedad de cosecha la hambruna, la pobreza, la migración.

Han sido años difíciles y convulsos para esta rama de los cahítas.

Es paradójico: hay campos para sembrar y no hay agua para cosechar.

Y como toda consecuencia de una planeación por encima de los pobres, de los campesinos, de los excluidos, la promesa de modernidad solo trajo calamidades.

Los pocos abuelos que todavía siguen vivos recuerdan la última vena de justicia que llegó al pueblo, traducido en un decreto presidencial del Tata Cárdenas que les restituía la posesión de 485 mil 235 hectáreas, las cuales les fueron arrebatadas después de las Guerras Yaquis que casi provocó su exterminio y en su más grotesca expresión los convirtió en esclavos con el porfiriato que casi los extingue por negarse a aceptar el yugo de los hacendados.

Los caudillos de la Revolución Mexicana tampoco les hicieron justicia.

La traición del general Álvaro Obregón se tradujo en ignorar el acuerdo de restitución de tierras.

Y el incumplimiento se volvió en olvido.

El olvido trajo incertidumbre jurídica.

La modernidad, promesas de cambio.

Pero ante la falta de certeza en la propiedad, los ocho pueblos originarios de los yaquis y los yoremes estaban condenados.

Con el avilacamachismo llegaron las presas Angostura y Oviachic y un distrito de riego en el que los ocho pueblos fueron testigos mudos.

Ya traían a acuestas la pérdida de tierras y ahora le tocaba el turno al agua. Ocho décadas han pasado desde aquella vez que el general Lázaro Cárdenas les llevó justicia.

Han sido 29 mil 160 días de un peregrinar entre la esperanza y el olvido hasta que por su camino se atravesó otro hombre… Andrés Manuel López Obrador.

El yori que los escuchó

Andrés Manuel López Obrador es, quizás, el hombre que mejor conoce el país en sus zonas más pobres y marginadas.

Como la palma de su mano puede leer la geografía de Sonora, Cajeme, Bácum, San Ignacio Río Muerto y Guaymas, pero sobre todo de ocho pueblos: Loma de Guamúchil, Loma de Bácum, Tórim, Vicam, Pótam, Ráhum, Huirivis y Belem.

De voz propia de los yaquis y yoremes ha escuchado los reclamos contenidos por décadas. Una y otra vez los visitó y en cada ocasión les prometió ver por ellos. Y así fue.

“El Estado mexicano no debe permitir nunca más la marginación, los abusos y las injusticias en contra de los yaquis, ni de ningún otro grupo étnico o cultural de nuestro país. Primero deseamos ofrecerles perdón”, aseguró desde Sonora el presidente López Obrador, en un acto poco visto en la historia de México: “Petición de perdón a los pueblos originarios”.

Sostuvo que, a partir de una distribución justa del presupuesto público, de la dotación de tierras, de garantizar el derecho al agua, así como la implementación de un programa integral para el bienestar de los pueblos, es como el gobierno de la Cuarta Transformación tratará de resarcir los daños históricos a los pueblos yaquis.

A diferencia del progreso que llegó con la modernidad, ahora los Yaquis conocen otro concepto: Estado de Bienestar.

 

Y un Estado de ese tipo no puede surgir por sí sólo. Por eso es que la 4T, a través de la Comisión Nacional del Agua y las diferentes dependencias de la Federación han destinado 24 meses para diseñar, en conjunto con las autoridades tradicionales, qué se necesita, qué significa la justicia, qué significa tener a la mano a un hombre de la talla del Tata Cárdenas.

“Estoy seguro que en los tres años que me quedan como presidente terminaré de cumplir con los compromisos que hoy estamos refrendando y acordando. De todas formas, voy a seguir visitando periódicamente los pueblos yaquis; cada tres, cada cuatro meses voy a estar recorriendo los pueblos, para que se cumpla el Plan de Justicia a los Pueblos Yaquis”.

La voz es de López Obrador que está acompañado por Cuauhtémoc Cárdenas, el linaje director del General que llevó justicia por última ocasión.

“Empiezo diciendo ciudadano Presidente que los asesinatos de Tomás Rojo y Luis Urbano, luchadores por los derechos de los pueblos Yaquis, no pueden quedar impunes, los asesinos tanto los materiales como los intelectuales deben recibir la sanciones que manda la ley (…).

“Es indispensable, señor Presidente antes que nada, cancelar el acueducto Independencia que fue construido pasando por encima de disposiciones judiciales, que se construyó a pesar de varios mandamientos para que no se construyera o se suspendiera su construcción”, dijo entre aplausos.

Por su parte, Jesús Patricio Varela, secretario de la comunidad yaqui de Tórim, relató que desde la llegada al norte de México del conquistador Nuño de Guzmán en 1533 y, posteriormente, durante la independencia mexicana, ha corrido “mucha sangre” del pueblo yaqui, esclavizado y despojado.

“Reconciliar una historia tan dolorosa no es fácil pero es necesario si queremos transformar la vida de este país”, afirmó. En ese momento fue cuando los Yaquis y yoremes confirmaron que la justicia, traducida en agua y tierra, en hombres y acciones, había nuevamente sentado sus reales en la Nación Yaqui… sólo tuvieron que pasar 81 años para verlo.

Entregan al pueblo yaqui control sobre su desarrollo

Por Martha Cotoret

Pareciera que por fin se ha empezado a hacer justicia con el pueblo yaqui. Después de cientos de años de lucha por conquistar los derechos básicos a la salud, los servicios prioritarios, la educación, este pueblo originario tendrá en sus manos la responsabilidad de operar el primer distrito de riego en la historia del país y con ello tener acceso al agua que le ha sido negada desde 1860.

“México es una República que se dibujó como si nosotros no existiéramos. En el porfiriato se nos despojó de nuestras tierras y recursos naturales, otorgándoselas a personas ajenas a la tribu”, aseguraba Jesús Patricio Varela, representante del pueblo Tórim, el pasado 28 de septiembre en un acto protocolar en el que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, pidió disculpas al pueblo yaqui por éstas y otras injusticias.

En una consulta libre, previa e informada celebrada en agosto en Vícam, Pueblo y Pótam, las autoridades tradicionales se pronunciaron a favor de la creación del distrito de riego.

“Es la primera ocasión en la historia de nuestro país en que un pueblo indígena podrá operar un distrito de riego de manera sustentable, a través de un organismo regido por sus propias formas de organización comunitaria”, explicó el director de la Comisión Nacional del Agua, Germán Martínez Santoyo.

La operación del Distrito de Riego 018 dará a los yaquis acceso al derecho al agua para uso agrícola que han demandado históricamente los ocho pueblos originarios.

¿Qué significa? Tener facultades para administrar y operar un distrito de riego de manera sustentable, a través de un organismo que estará regido por sus propias formas de organización comunitaria, conformado por representantes de las comunidades yaquis.

Inversión millonaria

La promesa de Andrés Manuel López Obrador por llevar agua potable y libre de arsénico, plomo, sodio, manganeso y residuos fecales a las comunidades yaquis costará más de 2 mil 165 millones de pesos. Históricamente este grupo étnico ha denunciado la violencia en su contra y la falta de dotación de los servicios básicos, como el agua.

Para llevar agua a los yaquis harán una toma directa tipo torre dentro del embalse de la presa Oviachic. Ahí se hará una torre de 55 metros de altura y con un ancho de 10 metros y un largo de 13 metros para alojar un área de vigilancia, el centro de control y los equipos de bombeo.

La torre en la presa Oviachic se conectará a la base del cerro que está en el margen derecho de la presa Álvaro Obregón, por medio de un puente que tiene una longitud de aproximadamente 150 metros. Ahí llega un camino de acceso que se tendría que construir y conectar a un sendero existente para llegar a la planta potabilizadora que está a una distancia de 3.2 km.

La planta potabilizadora tendrá un tren de tratamiento para obtener agua potable de acuerdo a la NOM-127-SSA-1994 con una superficie de construcción cercana a las 1.5 hectáreas.

El proceso de tratamiento inicia con la captación de agua cruda, la cual es succionada por equipos de bombeo y transportada al clarificador donde se llevarán a cabo los procesos de floculación y sedimentación. Después pasará por un primer filtro de zeolita y se lleva el producto a un tanque de agua filtrada, después se vuelve a pasar por más filtros de zeolita para eliminar el manganeso.

“Si existiera mal olor, pasará por una estructura de desgasificación para eliminar los malos olores. Posteriormente, el agua potabilizada será conducida al acueducto, que es la tercera estructura del sistema de abastecimiento”, explica Conagua.

El Acueducto Yaqui tendrá una longitud cercana a los 165.75 km y estará constituido por tuberías de PEAD (Polietileno de alta densidad), que van enterradas.

Durante el trayecto de esta conducción y por su longitud es necesario colocar 2 plantas de Bombeo; con la capacidad de conducir 200 l/s, para poder suministrar el líquido en la cantidad, calidad y presión adecuadas a cada una de las localidades beneficiarias.

También se construirán unos ramales con una extensión cercana a 113.63 km que se derivarán del acueducto para suministrar el servicio a las comunidades donde no llega el acueducto.

La capacidad instalada de la infraestructura será de 200 litros por segundo, lo cual garantiza cubrir la demanda de agua potable para las 50 comunidades del pueblo yaqui.

El agua del pueblo yaqui se convirtió, con el paso de los años, en un coctel mortal para sus habitantes. En un vaso de agua, la Comisión Nacional del Agua (Conagua) y los científicos han detectado la presencia de elementos cancerígenos como el plomo y el arsénico; los letales sodio y manganeso; y, para colmo, residuos de heces fecales.

Más allá del tema sanitario, estas sustancias ponen ahora en riesgo la salud de los pueblos originarios, pues según el reporte la Construcción del Sistema de Abastecimiento de Agua Potable Intermunicipal para Comunidades Yaquis, Sonora, elaborado a petición de la Conagua, dichos residuos podrían ocasionar cáncer de vejiga, pulmón, riñón, hepático, hiperpigmentación, hipopigmentación e hiperqueratosis, así como daños al sistema cardiovascular, alteraciones renales y hepáticas.

 

765 Views
Scroll to top
Close