La percepción colectiva del agua en relación con su cuidado y conservación

Quien fuere capaz de resolver los problemas del agua, será merecedor de dos premios Nobel, uno por la Paz y otro por la Ciencia
 – John F. Kennedy

 

Por: Ana Leticia Dosal Ellis.

La conservación de los recursos naturales, en particular del agua, debe fortalecer su vínculo con la ciudadanía hacia una co-responsabilidad social en la que todas las personas puedan asumir un compromiso formal para su uso sostenible.

Si se promueve una correcta gestión y una nueva cultura social de cuidado del agua, se podrá apoyar no solo la rehabilitación de ecosistemas dañados por la escasez de éste recurso, sino también se favorecerá un mejor entorno para la creación y mantenimiento de empleos en otros sectores económicos (WWDR, 2016).

Irina Bokova, Directora General de UNESCO de 2009 hasta 2017, enfatiza la importancia de una contribución social y la Cooperación Internacional para el Desarrollo de todos los sectores para el rescate y mejora de gestión de este recurso:

“Es responsabilidad de todos, incluidos los Estados, el sector privado, los bancos de desarrollo y la sociedad civil participar en los esfuerzos globales y locales para mejorar las condiciones de vida de millones de personas a través de la gestión sostenible del agua y proporcionarles agua potable, saneamiento y oportunidades de trabajo dignas a todas las personas.” (WWDR, 2016).

Introducción

La poca conciencia que la humanidad ha tenido en la relevancia del cuidado de los recursos naturales nos hacía pensar que esos problemas debían ser abordados, estudiados y solucionados por personas especializadas en ellos. A medida que se ha ido profundizando en el tema, ampliando a sectores distintos que familiarizan algunos términos como la huella hídrica o el agua virtual de los productos que consumimos diariamente, ha sido evidente que el desperdicio, contaminación e inequidad en el acceso al agua es algo que nos afecta de manera directa.

Sin importar los esfuerzos de muchos en comunicar las consecuencias de nuestras acciones (o la falta de ellas) la sequía de ríos, contaminación de lagos y conflictos por agua siguen sucediendo.

Este ensayo analiza las percepciones humanas en torno al cuidado de los recursos naturales, en particular el agua, considerando la crisis ambiental como una crisis social.

Desarrollo

El vínculo del hombre con su entorno natural ha tenido una evolución desafortunada. De comenzar como una interacción armónica y participativa, hemos llegado a tener una relación dividida, en la que la integración se ha convertido en la percepción de estos recursos como materias primas y objetos de trabajo, derivando en una visión economicista de los mismos.

Muchos pueblos y comunidades indígenas de México continúan teniendo una cosmovisión de los recursos naturales – en particular del agua – que debe ser considerado como un punto de reflexión. Para ellos la relación entre el ser humano y el medio ambiente va más allá de éste último como un recurso de utilidad para las actividades cotidianas, habla de un ciclo de vida en el que uno no puede coexistir sin el otro. Esta percepción de la naturaleza ha sido determinante para su desarrollo filosófico, religioso y cultural hasta formar parte de su vida cotidiana (IMTA, 2016).

Por el contrario, la sociedad urbana actual que se basa en la cultura del consumo y la riqueza no ha dado cabida a una relación recíproca con la naturaleza. Se considera al medio ambiente desde una perspectiva fragmentada, como un conjunto de recursos ilimitados que han sido sobreexplotados y contaminados sistemáticamente para justificar el progreso y el estilo de vida del que gozan los países desarrollados y una parte, muchas veces minoritaria, de los países en vías de desarrollo.

Manifestantes del Frente de Pueblos en defensa de la Tierra y el Agua, piden libertad de Enedina Rosas y Juan Carlos Flores, integrantes del frente, además de mostrarse contra el Gosoducto, por lo que visitaron la CEDH, clausuraron simbólicamente el Congreso y el Tribunal del Poder Judicial. Foto:Tania Olmedo/ Esimagen.com

El cuidado del agua no puede ser abordado sin incluir el respeto a todos los demás recursos naturales (vivos y no vivos). El concepto ecosistema, habla de una interrelación que implica abordar los temas ecológicos con su contexto y entorno (social, político, económico, científico, etc.) y la influencia de cada aspecto en un todo (Aliste y Urquiza, 2010). Un artículo de National Geographic sobre el Efecto Mariposa, concepto que se vincula a la Teoría del Caos, menciona: “Todos nuestros actos y decisiones están conectados y las posibilidades de interrelación son impredecibles (2017)”. Vivimos dentro de un sistema fractal natural, en el que cualquier mínima alteración nos afecta a todos.

Estos ecosistemas y los organismos que los componen, han sido etiquetados en la sociedad actual dentro del concepto llamado “bienes públicos”. Un bien público es aquel que se comparte por un grupo, una comunidad o una sociedad y que pertenece a todos de manera equitativa. Hay bienes públicos como el alumbrado, por ejemplo, que, aunque son importantes para el desarrollo social y la calidad de vida, no son esenciales para la supervivencia.

El carácter indispensable del agua convierte este recurso en un bien público que no debe ser excluido para nadie. En el libro “El Convenio Azul: la crisis global del agua y la batalla futura por el derecho al agua” de Maude Barlow hace mención al Global Water Justice Movement, cuyos miembros aseguran que “el agua es un patrimonio común de todos los humanos y de las demás especies, un patrimonio público y común del que nadie puede apropiarse en beneficio personal; y que tampoco puede ser negado a nadie que no pueda pagarlo (2009, p. 7).” Si se habla de un recurso que es intrínseco a la supervivencia de las especies, no cabe duda de que es un bien público. Sin embargo, su relevancia lo convierte también en un recurso valioso, fuente de poder y en un futuro también probablemente será objeto de negociación.

Campesinos del frente de pueblos en defensa de la teirra y el agua del norte de la ciudad marcharon en apoyo a maestros disidentes del SNTE democrático quienes conmemoraron la represión por el desalojo de la sede del sindicato en el centro. Foto.- Esimagen.com.mx

La cuestión sobre los bienes públicos es si deben o no ser intervenidos y regulados por todos. ¿Somos capaces como sociedad de tener una gestión sustentable de nuestros recursos públicos?

Ricardo Petrella en “El Manifiesto del Agua para el Siglo XXI” menciona: “cualquier medida privada o pública que se traduzca en limitaciones puestas al acceso al agua…es inaceptable, ya que contraria al carácter indispensable e insustituible del agua para la vida (2008).” En relación con este tema, en el año 2010 se reconoce el acceso a agua limpia como un derecho humano, reconocimiento que ha sido objeto de controversia al cuestionar si un bien común y un derecho humano debe ser o no gratuito, muchas veces sin considerar los altos costos que implica la distribución y saneamiento del agua para que pueda ser consumida.

La disponibilidad del agua y su calidad, tiene una correspondencia directa con el potencial que tiene una comunidad, ciudad o país de desarrollarse. Por el contrario, la inequidad en el acceso al agua no solo potencializa la pobreza y las diferencias sociales, sino que anuncia también posibles conflictos (Aulestiarte y Duro, 2017).

La necesidad de una gestión institucional de los recursos y bienes públicos tiene una estrecha relación con la percepción colectiva sobre su importancia. Como sociedad, seguimos considerándolos recursos infinitos y no parece haber un cambio radical sobre su explotación y sobreuso. Se podría decir que es observable un ligero cambio de conciencia vinculado al cuidado de los recursos naturales, en particular el agua, al haberse incorporado como parte fundamental de los ODS, programas públicos, privados, foros empresariales, documentales o campañas, pero el impacto se pierde con la falta de acciones más contundentes y de menor escala, como la participación concreta de la ciudadanía.

¿Es ésta insuficiencia de acciones derivada de una simple falta de información, o se trata de una manifestación más profunda?

El psicólogo y sociólogo Harald Welzer, quien se ha dedicado a estudiar los impactos sociales del cambio climático comenta el fenómeno llamado “shifting baseline” o “desplazamiento de línea de referencia”, en el que explica que los hombres vamos transformando nuestros valores y percepciones con respecto al medio ambiente sin darnos cuenta de ello, es decir, lo que para unos “estándares” anteriores era percibido como catastrófico, se va normalizando al punto que paraliza las acciones inmediatas. Esta capacidad de adaptación que modifica nuestras percepciones sobre lo que es (o no es) una crisis medioambiental, pone en riesgo las posibilidades de un cambio cultural profundo.

En el libro “Guerras Climáticas”, Welzer menciona también cómo el crear conciencia sobre los problemas modifica las posturas que adoptamos frente a ellas, pero no aporta a resolver sus causas, explicando que comúnmente las acciones se concretan bajo presión y solo en ciertas situaciones emergentes que así lo requieran (2010).

Esa capacidad de adaptación es la que nos está llevando a lo que Zygmunt Bauman llama “adiaforización”, que describe como una indiferencia ante la responsabilidad de realizar alguna acción recurriendo a la no pertenencia o a la no-competencia (dejarlo en manos de “los expertos”, “a la institución que le corresponde”, etc.).

Otro de los factores que han afectado la deficiencia en las acciones tiene que ver con la amplia temporalidad en la que se ha desarrollado la crisis hídrica. En “Guerras Climáticas” (Welzer, 2010) se menciona también este aspecto de la relación temporal entre los problemas y sus consecuencias, que en el caso del clima se extiende por generaciones, dificultando una experimentación directa y sensible de estas consecuencias, dejando poca esperanza en la motivación de la sociedad para actuar.

Conclusión

El cuidado del agua y relación con el bien común, debería ser un tema de importancia personal para todos, ser reconocida como una crisis en la que si no creamos una conciencia global que derive en acciones, no habrá futuro para nadie. Los puntos mencionados en el cuerpo del texto apuntan a una desesperanza en cuanto a la cultura colectiva del cuidado de los recursos, incluso existiendo una conciencia social.

La revalorización del agua debe abordarse desde una perspectiva transversal, en la que una mayor rigidez legal y regulaciones con estándares internacionales pueda ser complementada con la creación de instituciones fuertes que tengan la autoridad para auditar, regular y sancionar sobre  prácticas hídricas que no sean sostenibles; todo esto envuelto a la vez por campañas educativas para la población, capacitaciones formales en escuelas, universidades, asociaciones y empresas para formar brigadas de promotores ambientales que sean de apoyo a las medidas institucionales.

Si logramos modificar la percepción colectiva de los bienes públicos y en particular de los recursos naturales más allá de herramientas para la supervivencia, asumiéndolos como medios trascendentes que permiten nuestra permanencia armónica dentro de un ecosistema, en el que compartimos con otras especies y elementos los insumos que permiten el desarrollo de la vida y principalmente de la calidad de esa vida, estaremos acercándonos a lograr acciones conscientes y sociedades comprometidas y responsables que serán una vía directa hacia el bien común.

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