La cultura del agua y las competencias ciudadanas

Al conocer el agua a través de las distintas políticas de educación ambiental, la interacción con el resto de la población permitirá arraigar estas ideas entre la población, hasta convertirla en un tema del dominio público

Por: María de Jesús López Castañeda

Vivir en sociedad, compartiendo valores, dando su lugar al otro, evitando confrontaciones por las distintas formas de pensar, pueden considerarse objetivos difíciles de alcanzar. Sin embargo, estos retos son esenciales para el fomento de la sana convivencia, donde el papel del otro no sea el de un enemigo, sino un aliado en quien se puede confiar y en quien apoyarse para solucionar problemas comunes.

Pero, concretar este deseo no sólo requiere de la buena voluntad de todos los involucrados -ciudadanos, autoridades y organismos de la sociedad civil-, sino necesita también una serie de características, en la forma de ser y actuar de las personas, las cuales se deben fomentar a lo largo de la vida.

Las obligaciones de los ciudadanos van más allá de ser o tomar parte del sistema político. Implican la necesidad de fomentar una cultura desde la concepción de ciudadanía, como una virtud cívica, la cual debe introducirse tanto en la conciencia del individuo como en el imaginario popular. Este proceso no es sencillo, no se adquiere de manera espontánea.

Pero, ¿cómo involucrar a las personas y hacerlas dejar el rol pasivo para integrarlas a uno activo y, también para dejar a un lado sólo a la educación formal, para incluir a toda la población en los procesos de formación ciudadana?

Lo principal es construir ciudadanía responsable, no sólo para el cumplimiento de sus contribuciones económicas (impuestos) sino, deseosa de implicarse en la solución de la satisfacción de necesidades colectivas.

Ahora bien, ¿cómo impactan las competencias ciudadanas en el éxito de las acciones gubernamentales? y, ¿por qué analizar los programas de cultura del agua y no cualquier otra política pública? La respuesta es simple, porque independientemente del nivel de estudios de las personas y aunque no se haya tenido una capacitación específica, todos sabemos de la importancia de cuidar el agua.

Como personas estamos conscientes de su significación como un elemento imprescindible para la vida y, por tanto su cuidado o derroche se convierten en temas de suma trascendencia en las ciudades y en el desarrollo de la comunidad.

El fundamento educativo de los programas de cultura del agua es de gran importancia, porque se convierte a los niños y jóvenes en replicadores del mensaje. Sin embargo, el mayor compromiso de los operadores, de la sociedad y de los medios masivos de comunicación debe ser el buscar una mayor difusión de sus acciones, “esta difusión tendría efectos de implicación inmediatos con los usuarios del recurso, lo cual tendría efectos mucho más rápidos.

La solución a la problemática del sector no se conseguirá como por arte de magia. “Las medidas emprendidas deben ser dirigidas para que los ciudadanos realicen una acción; las personas deben actuar moralmente o por razonamientos y juicios internos”. Además de la conciencia a generar, se deben promover la unión de la sociedad, no sólo en las particularidades, sino en fines comunes.

La sociedad, con la educación necesaria cambiará hábitos para un uso más racional del agua, obtendrá una cultura del agua no sólo en crisis, sino para futuras generaciones y así tomará conciencia cívica. “Te debe mover a que te apropies de aquello, que te conduzca algo, no simple y sencillamente a decirte haz esto o aquello. La campaña educativa, cualquiera de promoción, tiene que ser muy cuidada, de lo contrario puede ser negativa”.

El tema del agua y del medio ambiente es uno de los más efectivos para generar la apropiación del espacio en donde uno vive y se desarrolla, pero para conseguirlo se deben dar a conocer a las personas los efectos o resultados de cada una de sus acciones, pues en esa medida los individuos se sentirán parte importante de la política.  “La participación es algo más, no solamente hacer algo que otros han decidido por mí, sino también para poder decidir yo”.

La tendencia internacional actual en la gestión del recurso es seguir los principios de la nueva cultura del agua, la cual se fundamenta en un modelo de desarrollo sustentable integral, con la intención de implantar la apropiación social, considerando su disponibilidad limitada, su valor ambiental y su importancia, basada en principios de equidad, solidaridad, sustentabilidad ecológica, social, económica y una toma de decisiones democrática.

En este sentido no se debe olvidar la transversalidad en el tratamiento del agua como problema social o de investigación, pues su gestión no implica únicamente temas vinculados a la ingeniería, sino a prácticamente todas las ciencias, esto es, no es un problema solamente de geógrafos y de hidrólogos o de quienes estudian la vida en el medio acuático, sino también de químicos, por el tema de la contaminación.

En general, la gestión debe buscar su correcta conservación mediante una serie de actividades cuya finalidad sea: La mejora de la eficiencia de utilización. La racionalización y reducción de la demanda. Así como el aumento de las disponibilidades.

La cultura del agua es un ingrediente del eje social de la sustentabilidad, por su relevancia en el tema de gestión del agua se destaca como un tema central y, una manera de disminuir la presión sobre el recurso hídrico en las cuencas hidrológicas.

Para alcanzar el éxito se debe fomentar la entrega de información a la población, a la par de promover la educación de todos los grupos de personas, es decir, motivar la participación a través de la promoción de valores y a partir de ello mejorar la gestión del agua. Si no se conoce, si no se aprecia, si no se siente, difícilmente va uno a estar interesado en aquello (el agua); lo va a entender uno como un tema técnico, la empresa sabrá, el alcalde sabrá y, solo si hay un desastre de repente, la gente va a reventar en indignación, preocupación e interés, pero si no hay un desastre seguramente va a ser muy difícil motivar esa participación, que se demanda y siempre se habla de ella.

Solo al sentir el problema directamente se podrán adoptar elementos de solución y acción activa. Se debe sembrar la cultura del agua en la sociedad, con la especial atención en los niños y jóvenes quienes son más receptivos a nuevos conocimientos.

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